Friday, 31 January 2014

Joke y Kalen

Kalen estaba tan radiante como siempre. Su sonrisa destacaba entre las demás, acompañando a sus perfectos rizos. No había forma de competir con tal belleza natural, y no solo por el hecho de que Kalen no tuviese rival aguna; para competir hacían falta dos, y la perfección de la que hacía gala ella era algo tan natural que nunca podía ser considerado un acto semejante. Podía notar sus mejillas sonrojarse con cada copa que tomaba, dándole un toque aún más alegre a su cara. ¿Cómo no iba yo a estar enamorado de tal ser? ¿Era posible resistirse a sus encantos?
Lo dudaba.
De hecho, mucha gente le había confesado ya su amor a Kalen, no era un secreto. Y no es que alguien se encargase de hacerlo público, pero se notaba en las caras de los afectados. Imperturbable salía siempre Kalen de toda conversación, siempre alegre, siempre bella, siempre fresca. Pero no se podía decir lo mismo de aquellos que habían compartido con ella tales minutos. Abatidos, deshechos, despedazados. Nada de ellos quedaba. Muchos se iban de viaje para recuperarse del golpe, o al menos así había hecho Rory. Joke le echaba de menos, pero la verdad era que desde que ambos se habían confesado lo que sentían por Kalen su relación no había vuelto a ser la misma. No creía que su amistad con ella fuese compatible con el corazón deshilachado de su antiguo amigo.

Porque eso era lo que compartían. Una amistad; algo de lo que ambos se beneficiaban, algo que ambos disfrutaban, algo que siempre les dejaba con la miel en los labios. Algo que hacía que siempre, al despedirse, Joke sintiese que lo hubiesen dejado a medias. Pero eso era mejor que caer presa del desasosiego. ¿No?
Fue entonces cuando empezó a sonar la canción. “La marcha del Gallo purpúreo” era una canción que había nacido como un juego de niños, pero el paso del tiempo la había convertida en la canción por excelencia de las fiestas, ya fuese en tabernas o durante las festividades de los pueblos. Fue entonces cuando, inesperadamente, nuestro querido Joke se encontró con una invitación que llevaba esperando toda la noche.

- “¿Me concede usted un baile, señor?”-le dijo Kalen a Joke con una jovialidad solo posible en ella.
No hizo falta respuesta alguna. Con una sonrisa, nuestro protagonista se puso a bailar con ella. Abandonándola en cuanto se cruzó con la hermana pequeña de Rory, se pusieron a lanzarse miradas mientras bailaban. Una vez acabada la canción, hubo una pequeña pausa.

- “Me pregunto si sería capaz de seguirme el ritmo con un poco de música más... seria, milady.”-retó Joke a la dama con la que acababa de compartir el final del baile.

- “No lo dude usted ni un momento caballero. De hecho, le pido encarecidamente que no se pierda entre mis pasos. No sería el primero.”-le dijo Kalen con atrevimiento.

Fue entonces cuando empezó la música de verdad. Pocos niños quedaban alrededor de los intépretes; la mayoría se habían ido ya hacia sus casas, a dormir. Era el turno de los adultos y de aquellos que jugaban a serlo. Los pocos niños que quedaban eran puestos en cuarentena por sus padres, en algun banco cercano o incluso con algún conocido que supiesen que no fuese a bailar.


El primer baile era, como de costumbre, la canción del padre de Kalen. Era obvio que ella sabía que sería así, pero no por ello me sentí intimidado. Llevaba años practicando para este momento, nada saldría mal. Absolutamente nada.

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