Friday 31 October 2014

Podríamos mentir más sonrisas.

¿Cuándo fue la última vez que le sonreíste a alguien sin venir a cuento alguno?

Puede parecer una tontería, pero solo una sonrisa puede arreglar un día. Puede hacer que un momento que podría ser como cualquier otro sea especial. Hoy, saliendo del metro, en vez de atolondrarme, he dejado pasar a una chica. Algo lógico, chocarme no es algo que me provoque placer alguno, menos aún cuando lo único que quiero es llegar a casa. Y ella va y se gira solo para sonreírme y seguir por su camino.

Y es que puede parecer una tontería, pero para alguien que viene de madrugar para no hacer más que coger el metro para ir hacia la uni, estudiar, hacer un examen, seguir estudiando y después coger el metro para volver a las tantas sin haber tenido descanso alguno, esa sonrisa, ese pequeño detalle, hace que en vez de haber sido "otro trayecto de metro que hago agotado" sea el trayecto en el que con pequeños detalles conseguí involuntariamente que alguien sonriese.

No es necesario que sea sincera; al contrario, las sonrisas son mejores cuanto más mientes. Porque estando bien sonríe cualquiera. La verdadera sonrisa, la que tiene mérito, es aquella que cuesta sacar, es aquella que a pesar de nuestro agotamiento consigue asomarse y hacer el día de alguien un pelín mejor. La sonrisa que vale es la que sacamos cuando estamos peor, cuando nos deshacemos en pedazos.

Hoy en día la sonrisa se ha devaluado mucho. Ya no regalamos sonrisas como antes. Ahora se usan principalmente para expresar bienestar (que no digo que no se deba, pero son mejores como medio que como consecuencia). Se ha perdido una de las más maravillosas costumbres; la de notar a alguien alicaído y, a pesar de estar tú agotado, mirarle a los ojos y, no sin esfuerzo y dedicación, esbozar una sonrisa mentirosa pero de aspecto inocente y sincero.

Porque las sonrisas en realidad hacen falta para eso. Si estamos bien no las necesitamos. Lo importante es que, cuando estemos mal, algún embustero venga con su sonrisa y nos engañe. Lo que queremos es que nos muestren ese gesto que dice "No te preocupes, todo va a ir bien.".

O que acaben los parciales. Eso tampoco estaría mal.

Wednesday 29 October 2014

Siempre copulativo

Giró a la derecha. Y a la izquierda. No caminó mucho antes de volver a rotar noventa grados en sentido contrario a las agujas del reloj y seguir avanzando. Las dudas lo azotaban mientras lo hacía. Caminando siempre dudaba. Todos nos hacemos preguntas.

¿Para qué? Tampoco es que sea importante. ¿Quién las plantea? Alguien. ¿Cuándo sucede esto? No tengo ni idea. ¿Qué hizo al pararse quien sea que antes caminase? Que yo sepa no ha parado. Ahora ya estamos dando demasiadas cosas por ciertas cuando no son más que suposiciones.

Y es que eso de dar algo por hecho cuando no es más que una duda que asoma nos puede salir muy caro. Bueno, o no. Es discutible, pero unas cuantas personas estarían de acuerdo en que, dadas ciertas circunstancias, las suposiciones pueden salirnos caras.

Porque, claro, hay que ver como están los precios hoy en día. Que si oferta y demanda, impuestos, devaluaciones, pérdidas y ganancias, créditos a cuatro por ciento y caramelos en los cestitos que yacen sobre algunos escritorios en las oficinas bancarias. Aunque ahora son pocos, y ya no te dejan coger tantos caramelos como antes, ni son tan buenos. Antes esas cosas eran mejores.

Es así, el pasado siempre fue mejor. Todo aquello que ya no estamos viviendo se nos antoja mejor que lo que ocupa nuestro tiempo ahora mismo. "La época dorada" siempre es alguna que recordamos, no una que prevenimos. Y es que es lo que tiene el pasado; que lo que pasado es, pasado está y pasado parece, siempre copulativo. O no. Aunque bueno, si el pasado es pasado es porque llegó a su fin. Porque todo tiene un fin.

Fin.

Tuesday 28 October 2014

Mi yo de chiquito estaría contento.

Decidí volver a escribir un poco por acá por la sencilla razón de que tenía ganas de plasmar un poco mis pensamientos pero me faltaba la inspiración para seguir con el proyecto en el que estaba trabajando. Así que vuelvo con algunas boludeces que voy pensando cada tanto que no viene mal soltar aunque no vengan a cuento. Y la última tontería que se me metió en la cabeza fue ésa; mi yo de chiquito estaría muy contento pensando en lo que me convertí (si es que cambié algo).

Lo primero es Pokémon. Ya de chiquito era un fanático de esas cosas. A mis diez años yo tenía la certeza de que iba a jugar a videojuegos toda mi vida. En especial a Pokémon; era algo que me encantaba y me tenía enganchado. Aún así, es innegable que hubo una pausa. Entre los dieciséis y los dieciocho esa chispa perdió algo; les tenía cariño a mis bichitos, pero perdieron parte del peso que tenían.

A esa laguna temporal le debo mi handicap a la hora de jugar competitivo hoy en día; tengo un hueco donde me faltan los tipos de muchos, o no me espero según que ataques de aquellos a los que yo consideraba conocidos. Pero con algo de tiempo uno se recupera.

¿Y por qué, a mis veinte años, sigo jugando con esos bichitos? Creo que es gracias a mi mamá. No puedo olvidar el día en que ella me dijo, ya cuando la boludez seguía a mis quince usando la DS pirateada de mi hermana para ir pasándome los últimos juegos que iban saliendo (si no era posible, emuladores), y me soltó un "A ver si dejan ya esos jueguitos, vas a ver como en cinco años ya ni te acordás.".

Esa fue la última vez que me dijeron algo por el estilo, como diciendo "No hay opción." o "No podés seguir.". La primera destacable fue a mis trece, cuando mi profesora de matemáticas me dijo que no tenía nivel para ganar la olimpiada (matemática) de la comunidad autónoma. Yo nunca fui muy competitivo, pero que una boluda me trate como si yo fuese su igual me quema. No gané por ganar yo; gané para que se dejase de estupideces. Desde entonces decirme basta con decirme que no puedo para hacer algo bien. Así es como mi madre me condenó a jugar a Pokémon hasta llegar a la tumba. Y se lo agradezco.

Otra cosa a destacar es la música. Tengo grabaciones de voz de mi cantando con menos de tres años, Me veía la película del Rey León dos o tres veces al día y el sing-along es algo que los estudios Disney deben de haber inventado cansados de que cantase mal alguna letra. Mi papá y su guitarra desde que tengo uso de memoria siempre me tuvieron enamorados (no hay manera de coordinar las manos para tocar tres acordes seguidos, así que queda en un amor platónico). Años de flauta travesera, un paseo por el piano... pero aunque me gustaba nunca conseguí engancharme lo suficiente. Hasta que llegó él con un bajo que le habían prestado, teniendo yo dieciséis años por aquél entonces. "Perfecto." pensé. "Solo hay que tocar una cuerda a la vez. Y suena grave. Con esto sí que voy a hacer ruido." fueron las primeras cosas que se me vinieron a la cabeza. Además, ya había demasiados guitarristas en casa, y lo del overbooking es algo grave. Así que tiré del bajo.

Ese grandioso instrumento fue la primera cosa en mi vida que me hizo pensar "No hago esto lo suficientemente bien, voy a mejorar.". Hasta entonces todo habían sido o cosas fáciles que hacía sin esfuerzo o cosas para las que era un negado, que practicaba por pura diversión (siendo sincero, no siempre eran tan divertidas) a sabiendas de que era una desventaja para mi equipo. Y gracias a eso aprendí a mejorar en muchos aspectos, me ayudó a criticarme a mí mismo.

Mis avances con el bajo me parecían a pasos agigantados; aún recuerdo cuando conseguí tocar el solo de bajo de Knights of Cydonia; desde entonces no volví a tocarlo, pero fue la prueba que me hacía falta para ver que, con esfuerzo, podía conseguir lo que quería. Fue la primera vez que tuve la sensación de haber trabajado en pos de un objetivo. Y lo importante fue que salió bien.

Ahora estoy esperando el segundo concierto en el que voy a ser yo el que esté en el escenario junto a otras personas disfrutando de lo que hacemos, superarnos ensayo tras ensayo; algo con lo que mi yo de dieciséis años solo soñaba. De hecho, he de reconocer que a mí mismo, hoy en día, me sigue sorprendiendo.

Ahora lo que me falta es hacer algo para tener contento a mi yo del futuro. Como, por ejemplo, irme a estudiar en vez de escribir estas boludeces.

P.D.: Dejo el enlace al evento en Facebook del concierto y de la página de nuestro grupo Dreams of Agony.