Decidí volver a escribir un poco por acá por la sencilla razón de que tenía ganas de plasmar un poco mis pensamientos pero me faltaba la inspiración para seguir con el proyecto en el que estaba trabajando. Así que vuelvo con algunas boludeces que voy pensando cada tanto que no viene mal soltar aunque no vengan a cuento. Y la última tontería que se me metió en la cabeza fue ésa; mi yo de chiquito estaría muy contento pensando en lo que me convertí (si es que cambié algo).
Lo primero es Pokémon. Ya de chiquito era un fanático de esas cosas. A mis diez años yo tenía la certeza de que iba a jugar a videojuegos toda mi vida. En especial a Pokémon; era algo que me encantaba y me tenía enganchado. Aún así, es innegable que hubo una pausa. Entre los dieciséis y los dieciocho esa chispa perdió algo; les tenía cariño a mis bichitos, pero perdieron parte del peso que tenían.
A esa laguna temporal le debo mi handicap a la hora de jugar competitivo hoy en día; tengo un hueco donde me faltan los tipos de muchos, o no me espero según que ataques de aquellos a los que yo consideraba conocidos. Pero con algo de tiempo uno se recupera.
¿Y por qué, a mis veinte años, sigo jugando con esos bichitos? Creo que es gracias a mi mamá. No puedo olvidar el día en que ella me dijo, ya cuando la boludez seguía a mis quince usando la DS pirateada de mi hermana para ir pasándome los últimos juegos que iban saliendo (si no era posible, emuladores), y me soltó un "A ver si dejan ya esos jueguitos, vas a ver como en cinco años ya ni te acordás.".
Esa fue la última vez que me dijeron algo por el estilo, como diciendo "No hay opción." o "No podés seguir.". La primera destacable fue a mis trece, cuando mi profesora de matemáticas me dijo que no tenía nivel para ganar la olimpiada (matemática) de la comunidad autónoma. Yo nunca fui muy competitivo, pero que una boluda me trate como si yo fuese su igual me quema. No gané por ganar yo; gané para que se dejase de estupideces. Desde entonces decirme basta con decirme que no puedo para hacer algo bien. Así es como mi madre me condenó a jugar a Pokémon hasta llegar a la tumba. Y se lo agradezco.
Otra cosa a destacar es la música. Tengo grabaciones de voz de mi cantando con menos de tres años, Me veía la película del Rey León dos o tres veces al día y el sing-along es algo que los estudios Disney deben de haber inventado cansados de que cantase mal alguna letra. Mi papá y su guitarra desde que tengo uso de memoria siempre me tuvieron enamorados (no hay manera de coordinar las manos para tocar tres acordes seguidos, así que queda en un amor platónico). Años de flauta travesera, un paseo por el piano... pero aunque me gustaba nunca conseguí engancharme lo suficiente. Hasta que llegó él con un bajo que le habían prestado, teniendo yo dieciséis años por aquél entonces. "Perfecto." pensé. "Solo hay que tocar una cuerda a la vez. Y suena grave. Con esto sí que voy a hacer ruido." fueron las primeras cosas que se me vinieron a la cabeza. Además, ya había demasiados guitarristas en casa, y lo del overbooking es algo grave. Así que tiré del bajo.
Ese grandioso instrumento fue la primera cosa en mi vida que me hizo pensar "No hago esto lo suficientemente bien, voy a mejorar.". Hasta entonces todo habían sido o cosas fáciles que hacía sin esfuerzo o cosas para las que era un negado, que practicaba por pura diversión (siendo sincero, no siempre eran tan divertidas) a sabiendas de que era una desventaja para mi equipo. Y gracias a eso aprendí a mejorar en muchos aspectos, me ayudó a criticarme a mí mismo.
Mis avances con el bajo me parecían a pasos agigantados; aún recuerdo cuando conseguí tocar el solo de bajo de Knights of Cydonia; desde entonces no volví a tocarlo, pero fue la prueba que me hacía falta para ver que, con esfuerzo, podía conseguir lo que quería. Fue la primera vez que tuve la sensación de haber trabajado en pos de un objetivo. Y lo importante fue que salió bien.
Ahora estoy esperando el segundo concierto en el que voy a ser yo el que esté en el escenario junto a otras personas disfrutando de lo que hacemos, superarnos ensayo tras ensayo; algo con lo que mi yo de dieciséis años solo soñaba. De hecho, he de reconocer que a mí mismo, hoy en día, me sigue sorprendiendo.
Ahora lo que me falta es hacer algo para tener contento a mi yo del futuro. Como, por ejemplo, irme a estudiar en vez de escribir estas boludeces.
P.D.: Dejo el enlace al evento en Facebook del concierto y de la página de nuestro grupo Dreams of Agony.
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