Giró a la derecha. Y a la izquierda. No caminó mucho antes de volver a rotar noventa grados en sentido contrario a las agujas del reloj y seguir avanzando. Las dudas lo azotaban mientras lo hacía. Caminando siempre dudaba. Todos nos hacemos preguntas.
¿Para qué? Tampoco es que sea importante. ¿Quién las plantea? Alguien. ¿Cuándo sucede esto? No tengo ni idea. ¿Qué hizo al pararse quien sea que antes caminase? Que yo sepa no ha parado. Ahora ya estamos dando demasiadas cosas por ciertas cuando no son más que suposiciones.
Y es que eso de dar algo por hecho cuando no es más que una duda que asoma nos puede salir muy caro. Bueno, o no. Es discutible, pero unas cuantas personas estarían de acuerdo en que, dadas ciertas circunstancias, las suposiciones pueden salirnos caras.
Porque, claro, hay que ver como están los precios hoy en día. Que si oferta y demanda, impuestos, devaluaciones, pérdidas y ganancias, créditos a cuatro por ciento y caramelos en los cestitos que yacen sobre algunos escritorios en las oficinas bancarias. Aunque ahora son pocos, y ya no te dejan coger tantos caramelos como antes, ni son tan buenos. Antes esas cosas eran mejores.
Es así, el pasado siempre fue mejor. Todo aquello que ya no estamos viviendo se nos antoja mejor que lo que ocupa nuestro tiempo ahora mismo. "La época dorada" siempre es alguna que recordamos, no una que prevenimos. Y es que es lo que tiene el pasado; que lo que pasado es, pasado está y pasado parece, siempre copulativo. O no. Aunque bueno, si el pasado es pasado es porque llegó a su fin. Porque todo tiene un fin.
Fin.
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