Hay cosas que nunca están
al alcance de uno; cegados por nuestro propio orgullo, o a veces por
una vana e inútil esperanza, nos engañamos. Luchamos por algo que
no es posible conseguir. Luchamos contra cosas que nos superan, que
siempre nos han superado. Intentamos soportar cosas para las que no
estamos hechos. Vivir de formas que no nos favorecen, que no nos
agradan, que nos condenan a un constante sinvivir, a un eterno “por
qué no cambia”, a una duda sin fin.
Uno lucha por algunas
personas que nunca se dan cuenta del esfuerzo que uno hace por ellas.
Trabajo duro por cosas que nunca les serán agradecidas. ¿Para qué?
¿Por qué? ¿Hay alguien que nos obligue a actuar así? ¿Hay algo
que de verdad nos invite a meternos en tal maraña de sucesos?
Pero no nos importa;
seguimos a contracorriente. Así es el ser humano; terco, estúpido,
autodestructivo. Haciendo las estupideces más grandes jamás
pensadas por los estúpidos a los que les tienen un cariño aún
mayor. Sabiendo que nunca les serán agradecidas. Y ojalá fuese
porque esa persona es desagradecida, o porque simplemente no saben
quién les ha ayudado. No; el problema no es ese. El problema es que
creen que nunca se les ha ayudado. Que lo han conseguido todo solos.
Te tratan como si fueses un estorbo, alguien que les molesta, que
impide que lleven a cabo la vida que ansían. ¿Y qué debe hacer
uno? ¿Echarse a un lado? ¿Dejarlos que se hundan? ¿Y si no hay
marcha atrás?
A veces, un abrazo, un
gracias, un “no sé qué haría sin ti”, una simple sonrisa, un
simple gesto, estaría bien. Pero no, eso se lo guardan para otras
personas. Los que nos sacrificamos en la sombra no merecemos tal
reconocimiento. Sin importar la cantidad de bombillas que usemos para
hacernos ver, sin importar los centenares de carteles luminosos
señalando nuestra presencia, la influencia de nuestros actos en
alguno de esos sucesos que posiblemente ni siquiera recuerdan...
Pero bueno. Tampoco es
tan grave. Uno guarda la esperanza de que todos tengamos a alguien
así; alguien que constantemente lucha por nosotros, que nos quiere,
que a cierta manera nos idolatra, pero al mismo tiempo se duele de no
ser correspondido. Y ahora que ya me he desahogado (mentira, sigo con
el nudo, pero si sigo escribiendo no sé dónde acabaré), saludos.
Habrá tiempos mejores, para todos. Incluso para los que no nos los
merecemos. ¿No?