Tuesday, 27 January 2015

Sin existir.

Paró en seco.

Todo, absolutamente todo, estaba bañado en la oscuridad más tenebrosa que ser alguno jamás haya presenciado.

No podía ver sus propias manos. Cruzando sus ojos no notaba su nariz, y eso que no era del tipo de protuberancias que pasasen desapercibidas. ¿Sería ciego ahora?

Fue entonces cuando decidió tocarse. Pero no notaba las manos. No podía encontrar parte alguna de su cuerpo, no había nada que tocar. No había nada con qué tocar. ¿Habría perdido el tacto?

Ahora que lo pensaba, tampoco había ruido alguno que se atreviese a perturbar el sonido del silencio. Constante, invariable, ni siquiera su propia voz podía alterar lo que sus oídos percibían. ¿Había ensordecido sin darse cuenta?

Otra cosa que lo preocupaba era que, sin haberse duchado en las últimas dos semanas, su olor corporal había desaparecido. Recordaba haber evitado el baño en las últimas semanas, así que tal pureza era improbable, por no decir imposible. ¿Era también incapaz de usar el olfato?

Ni siquiera sentía el sabor de su saliva. Se lamía lo que creía que eran sus labios (al no tener tacto tampoco estaba seguro) pero no notaba nada particular. Buscó entre los restos de chocolate que seguramente tenía entre sus dientes, pero nada. Ni rastro de su sentido del gusto.

Pensándolo bien, no recordaba mucho más que aquello. Evitar el baño, comer chocolate y poco más. ¿Tenía nombre alguno? ¿Sabía lo que era un nombre? ¿Podía estar seguro de saber lo que creía saber? Ya ni siquiera era capaz de recordar cosa alguna.

Incapaz de sentir, incapaz de preocuparse e incapaz de recordar, fue entonces cuando cayó en que no le hacía falta pensar. Entonces, sin más dilación, dejó de hacerlo.

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