Monday 18 April 2016

Una mañana apurada.

Abrió apurado el cajón y sacó el dado que había estado buscando; seis caras con los números del 2 al 7, puntas bien definidas y esa pequeña fractura en uno de los bordes de cuando se le cayó escaleras abajo. Rápidamente, como si lo escondiese de alguien, se lo guardó en el bolsillo.

Entonces empezó a revolver el armario, buscando aquella camisa que había usado el 24 de junio de 2002 para ir a buscar a Marie al aeropuerto y después acompañarla al Café Luna para tomar dos cortados y un croissant recién hecho. Aunque no paraba de revolver el armario no era capaz de encontrarla; su camisa de cuadros, verde y rosa, no estaba en ningún lado.

Entonces se acordó que la había puesto a lavar hace el día anterior, fue a buscarla a la terraza, donde la ropa estaba tendida, y allí la encontró. En el mismo sitio se la puso y, sin los pantalones, fue corriendo hacia la cocina a prepararse un café.

Solo tres gotas cayeron de la máquina a la taza una vez que estaba ya preparado lo que sería su desayuno; solo permitía que cayeran tres gotas, siempre. Una vez habían caído cuatro y había tenido que tirar el café por el fregadero. No le gustaba lo de tirar comida, pero no podía beberse un café en el que habían caído cuatro gotas.

Volvió a la habitación y se puedo ágilmente los primeros pantalones que encontró, unos algo raídos que estaban sobre la silla (una que había heredado de la tía Clotilde hace 4 años y 7 meses), se calzó tan rápidamente como pudo y volvió a la cocina; solo había tardado 53 segundos, así que todavía estaba a tiempo de ver como el café llegaba a su punto.

Y se quedó observándolo.

Ocho...

Siete...

Seis...

Cinco...

Cuatro...

Tres...

Dos...

Uno...

Y entonces cogió el café y se lo bebió casi de un solo trago. Volvió a su habitación, cogió el maletín beige que había reposando al costado de su cama y salió disparado hacia la puerta. Miró por la mirilla dos veces antes de sacar la llave que tenía, desde hace ya algún tiempo, guardada en el bolsillo de aquel pantalón. Entonces metió la llave, la giró dos veces en sentido contrario a las agujas del reloj, una a favor, miró por la mirilla una vez más y después acabó de abrir la puerta.

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