Monday 6 June 2016

Anaïs

El pitido que hizo la maquinita esa del bus al rechazar su billete la despertó de su rutina; al parecer la T-jove ya había caducado. Por suerte, a sabiendas de que a la fiel tarjeta de transporte metropolitano ya no le quedaba mucho por vivir, Anaïs había guardado una T-10 virgen e inmaculada tras la funda de su móvil. Solo entonces el pitido fue el esperado, y pudo volver a dejarse llevar por el ininterrumpible ritmo de su día a día. Y cuando decimos ininterrumpible no nos reducimos solo a eso; la inmutabilidad de su cíclico proceso de transporte la llevaba a soportar siempre a los mismos insólitos personajes durante el trayecto a casa. Justo detrás de ella subieron al autobús un grupo de niños uniformados que, utilizando una contemporánea variante de la lengua anglosajona, empezaban ya su típico manifiesto de inconformidad ante los procesos de puntuación de los profesores. Porque claro, eran las 17:12; hasta las 17:19 no hablarían de otra cosa que no fueran las injustas notas que sacaban después de más de diez minutos de estudio. A estas mozalbetas y estos mozalfas los incluiremos en el género Indignatus de la especie Adolescentumalcriadescus. Al cabo de dos paradas subió al autocar la afamada jugadora local de Candy Crush Saga; conocida ya por todos los que frecuentaban la linea BaixBus-8, la dulce y empalagosa anciana ignoraba por completo la existencia de los auriculares, y su sordera (supuestamente parcial) la obligaba a subir el volumen de su teléfono móvil tanto como fuera posible. Su entrada fue ovacionada con un decepcionante "Ooooohhh..." de algunos de los pasajeros algunos de los cuales, en secreto, apostaban si nuestra querida Dulcinea sería capaz de superar el nivel en el que se atascó durante el último trayecto. A trompicones, debido a que en una mano llevaba el teléfono, nuestra aclamada jugadora tomó su lugar en el asiento que había justo detrás de Anaïs; cuando Dulcinea pasó al lado de nuestra estimada protagonista, ésta notó que el teléfono de la anciana mostraba ya la pantalla de carga de aquél dichoso juego. Sonó la melodía inicial y, al cabo de poco, se escuchó un gruñido de inconformismo por debajo del tono del teléfono; alguien había perdido una apuesta. A cualquier viajero no usual le habría parecido demasiado la situación actual del autobús; a las 17:22 Dulcinea ya había hecho que todo pasajero hubiese disfrutado del tono de derrota unas cuatro veces, y los Adolescentumalcriadescus Indignatus habían pasado ya a su segundo gran tema; los culpables de sus malas notas, que obviamente eran aquellos tiránicos profesores forjados en lo más hondo de Isengard junto a los Uruk-Hai del ejército de Saruman el Blanco. Pero aún no se había presentado el mítico Bailarín Sentado. La leyenda del Bailarín Sentado siempre ha inundado las mentes de aquellos que viven usando el transporte público entre travesía y travesía, pero solo los afortunados (o desdichados) usuarios de la linea BaixBus-8 han podido presenciarla en persona. Solo hizo falta una parada más para que tan endémico personaje tomase el único asiento que quedaba libre en ese autobús; el que se encontraba al lado de nuestra preciada Anaïs. El calentamiento duró un minuto entero, tiempo durante el cual nuestro Bailarín Sentado se limitó a tararear para sí mismo y hacer alguna mueca como si ante sí tuviese un micrófono de los caros y un público milenario. Después de esto empezó su baile que por momentos podía confundirse con una seria de extraños espasmos; la pobre Anaïs tuvo que desviar la atención de su ebook para centrarse en esquivar los golpes involuntarios que empezaron a amenazar su integridad una vez que el Bailarín Sentado se sintió con plena confianza. Por suerte para Anaïs, eso solo le duró dos paradas más; aunque lloviese y ella fuese sin paraguas agradeció poder bajarse del autobús, y caminó hacia casa pensando en la de brownies que le debía al ladrón de formularios.

1 comment:

  1. Good remain for us, http://jokihoki.blogspot.com

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