Wednesday, 22 April 2015

2. El Brujo Motroco y el Cola Cao

Hoy he tenido que recurrir a mis sortilegios y artimañas en pos de una grave enfermedad.

Mi cliente me pidió cita preocupado; él creía que un hechizo había hecho enfermar a su hijo. Según me contó por teléfono, al mozo lo había llevado ya a urgencias de tres hospitales diferentes, dos psicólogos, un psiquiatra y un argentino; ninguno había sido capaz de tratar el mal que hacía enfermar a su hijo, y solo unos pocos lo habían reconocido como el siniestro mal que era.

Le dije que lo ideal sería encontrarnos en el Mercadona que hay a doce minutos de mi casa; así se sentiría menos intimidado y a la vez yo podría hacer la compra. He de reconocer que al principio se sorprendió por el lugar de reunión, pero la desesperación le pudo y acabó accediendo tanto a mi desorbitado precio como a mis para él extrañas exigencias geográficas.

Nos encontramos en la sección de yogures; me intentó interrumpir. sin éxito, mientras me decidía entre el pack de dieciséis yogures (uso los de coco para un preparado contra el mal de ojo) o los YogoMix que tienen esas bolitas de chocolate que quedan tan bien con el yogur que las acompaña.

Cuando noté que empezaba a alejarse decidí hacerle caso y le saludé con una ligera reverencia.

-¿Es usted el...? -empezó a decir dubitativo el caballero.

-Calle, calle caballero, que yo ya sé todo lo que ha usted de decirme. -le interrumpí.- Sí, soy Motroco, el brujo que usted contrató.

-Oh, perdone, le confundí con aquel futbolista del Barça, ¡tenga un buen día! -dijo mientras se marchaba algo avergonzado.

Quizás mi chándal le había confundido; decidí que, para evitar más confusiones, lo mejor sería enviarle un WhatsApp a mi cliente para avisarle que le esperaba en la sección de bebidas donde estaban la Coca-Cola y la Pepsi. La posición de los astros hizo que mis dedos se deslizasen, y junto al mensaje de negocios se envió uno de esos emoticonos que son una caquita sonriente; no había nada que hacer al respecto, el destino era el que era.

Mi cliente contestó al cabo de pocos minutos con un claro y conciso "Ok, estoy llegando.". Esperé en la sección de bebidas hasta que llegase, mirando a los ojos a todas las personas que se paraban delante mío hasta que me pedía por favor que me moviese; yo y mis dos metros con diez centímetros, delante de la sección de Coca-Cola, les impedíamos hacerse con su ansiada bebida. Tras muchas quejas de personas y extrañas miradas, mi cliente llegó.

-¿Señor Motroco? -preguntó un hombre bajito, que debía de medir un metro sesenta- Hablé con usted por teléfono. Soy el señor Pérez.

-Eso ya lo sabía caballero. -le respondí.- Dejémonos de nimiedades y vayamos al tema importante; ¿para qué me ha usted contratado con tanto secretismo?

La cara del señor Pérez enrojeció, para segundos después convertirse esta en lo más parecido a un tomate que había visto desde que dejé de la sección de verduras en busca del yogur ideal. Al cabo de unos minutos durante los que pensé que mi cliente había tenido un ataque o algo, éste rompió a llorar desconsoladamente.

La imagen a la que dio lugar tal situación era bastante extraña, o al menos eso me hacían notar las miradas de otros clientes de tan afamado supermercado; un hombre de metro sesenta lloraba a moco tendido apoyando su cabeza sobre un gigante de más de dos metros que se arrodillaba para consolarlo. Al cabo de unos minutos vinieron trabajadores del supermercado a ofrecernos ayuda, y al cabo de una hora los de seguridad se encargaron de sacarnos.

-¡No!¡No me saquen que si no compro las coles mi mujer me mata! -rogaba el señor Pérez. -¡Si se le mete una dieta en la cabeza no hay quien se la saque!¡No me hagan esto!

Sus palabras sirvieron de poco, y con mucho esfuerzo conseguí que no llamaran a la policía. Para intentar calmarlo reviviendo su niñez, me puse a cantar la antigua canción del Cola-Cao; esto no hizo más que agravar la situación, y tuve que recurrir al servés-abíer para calmarlo. Me alegré de haber elegido el Mercadona de esta zona, porque sinó no habría sido tan sencillo.

Tras acabarnos la cerveza barata volví a intentar hacerlo hablar. Al preguntarle por el problema estuvo a punto de volver a romper a llorar, así que decidí tomar una vía alternativa.

-Calle, calle, que ya le entiendo señor Pérez. -dije sonando convencido. -Alí babá sinbad, besiktas gorbachev. -me puse a repetir, cada vez hablando más alto. -¡Alí babá sinbad, besiktas gorbachev!¡ALÍ BABÁ SINBAD, BESIKTAS GORBACHEV!

-¡Dios le bendiga Motroco! -exclamó Pérez emocionado.- ¡Ahora entiende usted el dolor de un padre!

-Claramente señor Pérez. -respondí altivo.- Son cosas que pasan, pero no se han de dejar estar impunemente. -dije, para sonar algo más inteligente. En realidad seguía sin tener ni idea del problema.

-Pero es que tal cambio es demasiado bruto, ¡mi hijo no puede hacerme algo así!

-Lo entiendo a la perfección, sé por lo que está pasando. -dije, esperando que me contase más detalles. Quizás su hijo se había vuelto perico, pero no quería equivocarme y quedar mal ante el cliente.

-¡Es que no lo entiendo!¡Lo educamos para que fuese por el buen camino! -dijo atragantándose al acabar con un eructo a medias.

-Seguramente deba recurrir a mi hechizo más poderoso... -dije intentando parecer dubitativo. ¿Quizás se había vuelto fan de los gemeliers esos su hijo?

-¡Y quizás ni siquiera eso sea suficiente para hacer que deje el Cola-Cao y vuelva a tomar Nesquik!

Al instante me callé. Le miré seriamente, a lo que él respondió con una mirada triste y preocupada. Me puse a mover las orejas (la derecha primero, la izquierda después, seguido de tres veces ambas a la vez) para intentar alegrarlo, pero no funcionó. El señor Pérez se había dado cuenta; para un problema de tal magnitud no había solución, solo podía esperar que la suerte estuviese de su lado.

El del señor Pérez fue el primer caso que fui incapaz de resolver; hay cosas con las que uno no espera encontrarse en la vida, y ese tipo de conversiones son una de ellas. Por suerte, ya me han llegado las nuevas tarjetas de contacto, en las que especifica que no trato problemas lácteos.

No comments:

Post a Comment