Friday, 5 December 2014

¡Qué decir!

¡Qué decir! Ay, Dios mío, qué decir cuando a uno lo dejan sin palabras. Perplejo, oiga, perplejo me he quedado. Porque, ¿usted me entiende verdad? Semejante inmoralidad... No, no, tremendo, no es normal, le digo que me ha dejado perplejo. Es que algo así no pasa desapercibido, ya sabe usted. Porque sé que me entiende, usted comprende que algo como eso no es normal. Hay cosas que aunque a uno no le incumban no las puede dejar pasar. No, usted entiéndalo, hay cosas que no se dejan pasar ni aunque haya una carretera de las grandes de por medio.
Y es que hoy iba caminando por la calle cuando el muy... el muy... bueno, no me haga decirlo, que ya me entiende usted, ¿verdad? Porque hay cosas que una persona fina y arreglada no debe decir y aún me considero una de esas personas. Pues, verá usted, lo que decía, que iba yo caminando por la calle cuando el mequetrefe ha llevado a cabo tan atroz acto. ¡Si hubiese usted estado ahí! No se ha visto cosa semejante en décadas, ¡en décadas le digo! No sé cuanto hace que no presenciaba algo así, hace años que estas cosas no se ven por el barrio. Y es que no, no señor, las cosa no se hacen así. Las cosas no se han hecho nunca así ni se harán, porque simplemente no se hacen así. Un poquito más de tacto, algo de cuidado, un poco de respeto por los demás, tampoco se le pide nada del otro mundo. Que no todos estamos para sorpresas hombre, algunos tenemos ya una edad a la que estas cosas nos afectan demasiado y no estamos para soportarlas, ¿entiende usted?
Es que es algo que como usted ya sabe la juventud de hoy en día no entiende; van demasiado directos, se han olvidado de lo que es hacer las cosas poco a poco, de lo que es trabajar para sacar los frutos, están que si no tienen todo al instante más vale no tenerlo. ¡Hay que ver! ¡Cómo son las cosas!
Pero que se le va a hacer, oiga usted, usted que entiende escuche lo que le digo. Que tampoco hay que exasperarse, pero entienda que esto me lleve de los nervios. ¡Me tiene fuera de mí! Porque los suyos , sus nervios, serán de acero y lo soporta, pero la gente como yo, ya con una edad y tal, no señor no, de acero nada. ¡Gelatina le digo! ¡Nervios de gelatina o de flan! Porque no estamos para cosas como estas, es indignante. ¿Me entiende usted? Que ya tenemos una edad, estas cosas no se hacen así.
¡Qué decir!

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