Monday 23 March 2015

Despertar: (9) Ritual

Capítulo 9: Ritual


And then, the sun broke into an explosion that no one would ever forget. Because you can't forget something you have not survived to.


     Había madrugado aquel día con la intención de prepararse para el ritual. Cada vez, más seguidores se unían a su causa (más de uno, desconocedor de los ritos de el portador de luz, sin querer) y le ayudaban a aunar fuerzas. Si su éxito seguía aumentando a este paso, no cabía duda de que su misión podría verse cumplida mucho antes de lo esperado. O me miran como a un idiota o como a un farsante. Los pocos que me toman en serio saben que no les conviene seguirme. 

    Hellborn fue un éxito casi inmediato. En cuanto tuvieron preparada su primera maqueta se lanzaron al estrellato, y sin que hubiesen pasado más de dos meses desde el final de la grabación de aquella ya estaban discutiendo contratos con un buen puñado de discográficas de prestigio. No sé como no se me ocurrió antes tirar de hobbies para llevar acabo mi meta. Más aún cuando la música es el único lenguaje universal, el único que todos se esforzarían por entender, la única forma de llegar a cada rincón del mundo, sin importar qué tan lejos esté.
    La publicación de su primer álbum de estudio (titulado Born to be evil) no tardó en escalar las listas de ventas, y lo que empezó como la fervorosa pasión de una enorme comunidad de fans acabó por convertirse en el ente sectario que conformaba ahora a los hellbuilders, nombre que se habían otorgado a sí mismos los aficionados no solo a su música, sino a sus costumbres, forma de vestir y rasgos culturales. Es innegable que la calidad de los fieles no es la misma que tendrían si éstos naciesen del verdadero respeto hacia el señor, pero aún así había conseguido que una religión anteriormente disgregada, que perdía creyentes día a día y tachada de criminal por la ignorante plebe que poblaba el mundo fuese ahora una más entre el montón, cada día creciente ante la desesperación de la gente.
    Porque eso era algo que otorgaba la religión a los ignorantes; calma, seguridad. Era una certeza (sin base alguna para ellos, pero “tenían fe”, “confiaban”) que les aseguraba un mañana, que les hacía creer que había alguien allá arriba o allá abajo, o en las montañas o dónde fuese, alguien realmente poderoso con unas cualidades inimitables, que no les olvidase, que les recordase y les tuviese siempre en cuenta. Que se fijase en como se comportasen, que les juzgase, que señalase si lo que hacían era bueno o mal. Porque todos necesitamos importarle a algo, y es en los momentos de debilidad, cuando más solos nos encontramos, cuando la religión se nos muestra como una clara vía de escape.
  Así que, aunque casi hubiesen hundido a la grandiosa Bretaña en la miseria, Jeremiah tenía algo que agradecerle a los germanos, ya que éstos eran los que habían facilitado su ascenso. Cuando todo cambia, lo que se mantiene solo tiene dos opciones; o se mantiene firme y se convierte en el pequeño resquicio de pasado que le queda a unos pocos locos que sueñan con la inmortalidad de tal entidad, que ansían la eternidad de aquel pequeño enlace a un tiempo que estuvieron mejor, o muere al estar ligada a aquél pasado que ya se da por perdido. Mientras, los que, como él, habían intentado alzar algo relativamente nuevo, algo novedoso para las masas, que tenían los ojos cerrados ante tal creencia y por lo tanto no lo conocían, se habían encontrado con una marea a su favor. Era importante controlar el tiempo; los que se habían abalanzado y alzado justo durante los primeros momentos de catástrofe habían sido relacionados con éste; oportunistas, cazadores de almas en pena, seres que no querían más que sacar provecho. Pero nuestro estimado músico supo verlo venir.
   Meses habían pasado ya desde lo que los británicos llamaban the hatchings (“las eclosiones”) cuando Hellborn se alzó entre la decaída industria musical para presentar su concepción de realidad, su idea de como el mundo debía ser. No importaba si la gente les seguía por tomarse su postura desde un punto de vista cómico, o si se lo tomaban en serio; lo verdaderamente importante era que ellos eran ahora el opio del pueblo, una religión que se mostraba como una luz al final del túnel para los más desesperados, una segunda oportunidad para aquellos que habían visto desatendidas sus plegarias, o un claro signo de rebeldía para aquellos que no querían mantenerse sobre la línea impuesta.
   Como ya hemos dicho, Jeremiah había madrugado con razón; serían los cabezas de cartel en el festival del día de Saint Germain, y semejante acto debía ser preparado. Miró al sol, que empezaba a ser distinguible en el horizonte. Pronto sonaría la señal que daba la orden de retirada a la guardia nocturna, y las calles volverían a estar llenas de vida. Respìró hondo y se metió en el baño, pensando en lo poco que le gustaba Francia; su padre siempre le había hablado mal de los franceses, así que posiblemente la raíz de tal sentimiento fuesen sus palabras. Siempre recordaría como su padre se reía, señalando que era unos sucios, unos brutos, capaces “de bañarse en perfume con tal de no visitar la ducha”. Entonces, siempre acababa preguntando a qué olían los excrementos si uno los perfumaba. Y sin importar lo que yo respondiese, siempre saltaba él, como si fuese un descubrimiento recién hecho, gritando “¡A mierda perfumada!”. “La mierda nunca deja de oler a mierda.” me decía.
En realidad, él no estaba tan seguro de que las palabras de su padre fuesen ciertas; pero las calles de la nueva París no eran algo atractivo, sino más bien todo lo contrario. ¿Para qué iba a perder el tiempo paseándose por ahí?
   Era mejor disfrutar de una caliente ducha, cortesía del estado que les concedía tal lujo a los artistas contratados, acompañada por un desayuno digno de un conde y un trato pocas veces visto, todo en su lujoso hotel.


    Había llegado el momento. Hellborn saltó al escenario justo a tiempo para escuchar el discurso de un francés enloquecido. Vida y muerte, dos cosas tan cercanas y tan lejanas. Jeremiah encontró divertidas las señas que le hacían los organizadores de que anulasen todo concierto previsto para el momento.

-Ni se os ocurra apagar algo... -gritó Jeremiah, justo antes de recoger la guitarra. Fue entonces cuando se oyó la explosión, que se encargó de acompañar de un preciso acorde.-¡Esto acaba de empezar!

   Podía notar el nerviosismo en los ojos de los organizadores. Por suerte, Hellborn contaba con sus propios técnicos para absolutamente todo. No dejaban nada en manos de desconocidos e infieles, así que nada impidió que la explosión diese inicio a un concierto que ningún asistente, por joven que fuese, olvidaría jamás.
   “Es una señal, es nuestra noche.” pensó Jeremiah. Y no se equivocaba. Algunos dicen que aquél mítico concierto duró tres días. Los más exagerados dicen que su duración no bajó de la semana. Para Mathieu no duró ni la mitad del primer acorde. Pero si tenemos que ser exactos, duró trece horas. Trece interminables horas de música ininterrumpida, llenas tanto de los temas más populares de la banda como clásicos históricos como City of Evil de Avenged Sevenfold y Highway to Hell de AC/DC.
    ¿Qué fue de nuestros artistas? Obviamente, el sueño de Jeremiah no se cumplió. El día que la cantidad exacta de personas que él sabía que darían pie al nuevo amanecer que esperaba cantaron Ritual junto a él, no pasó absolutamente nada a nivel mundial. Pero ganó algo mucho mejor; el orgullo de haber hecho, aunque fuese de forma inconsciente, algo bueno. Había conseguido unir a miles de personas bajo el abrigo de algo que no hacía más que beneficiarlas. Les había dado una vía de escape, aunque fuese durante poco tiempo, liberándolos de la dura realidad que vivían. Se había ganado su respeto, y vivió orgulloso de ello lo poco que duró su vida. A los cuarenta y siete años, celebrando el vigésimo aniversario de aquél mítico concierto en el festival de Saint Germain, un terrorista se encargó de decorar su versión de Bring Your Own Bombs de System of a Down con unos explosivos bastante realistas. Lo suficiente como para acabar con toda la banda y algunos de los asistentes al concierto. Pero esa es una historia que abarca un periodo de tiempo que no tengo interés en cubrir.

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